De la dicha y la desventura.
La gran ciudad era la única metrópoli imaginable. Con lentes negros y joyería de humo, iba arrastrando su dolor, siempre con esa mirada altiva.
El olor a perfume rancio y los aplausos son sus mejores amigos.
La cantante calva se peina todos los días.
Un agradecimiento especial a los tres policías que amablemente nos escoltaron a la salida y nos amenazaron con llevarnos a la delegación.