En el siglo XIII, el Speculum majus de Vincent de Beauvais avala al espejo como un instrumento esencial del conocimiento, a través del espejo, en efecto, es posible alcanzar una comprensión transparente y exacta de la realidad. “Prodigio de reproducción inmediata y total, el espejo se convierte en el símbolo de la visióninalterada de las cosas” (J. BaltruSaitis).
Según esta perspectiva, su capacidad reflexiva permitiría acercarse fielmente al estatuto ontológico del mundo: desde esa perspectiva, las cosas serían exactamente como las vemos. Sin embargo, es una perspectiva bastante sofocante. Siempre he sido reacio al mito de la visión exacta que inevitablemente termina congelando el poder inimaginable del mundo.
Por esta razón, quería restaurar otra característica del espejo; es decir, construyendo aberraciones, encantamientos, fantasmas.
Pienso en los espejos mágicos descritos en los tratados de catoptromancia del 1600: espejos engastados en preciados wunderkammer, que se comportan como máquinas de expansión y transfiguración de la realidad.
En estas máquinas teatrales, la rareza del truco óptico crea vértigo y asombro: una cabeza que pierde los ojos, un árbol que se convierte en un bosque, cuerpos humanos que se convierten en caballos, divinidades que se vuelven multicéfalas. Es la celebración de la metamorfosis, donde la mecánica lúdica de las refracciones rompe todos los limites espaciales y allana el camino para escapar.
“Multiplicaciones, sustituciones, vuelcos, aumentos, reducciones,dilataciones, constricciones de las formas” (J. BaltruSaitis): estas son las operaciones a través de las cuales los espejos barrocos crean un alter mundus fantástico.
Pero también, las operaciones necesarias para confeccionar ropa, que son los espejos mágicos por excelencia: los medios a través de los cuales podemos reencantar nuestra presencia en el mundo.
La ropa, en efecto, es capaz de reflejar nuestra imagen en una dimensión expandida y transfigurada.
Como theatrum catoptricum polydicticum, la ropa se ofrece como creadora de diversidad. Lucirla significa cruzar un umbral transformador donde nos convertimos en algo más; significa ser capaces de potenciar y articular de manera diferente nuestra identidad y nuestro potencial expositor.
Por ello, utilizo la metáfora del espejo mágico para acercarme al poder fantasmagórico de la moda. Un poder sagrado que irradia desde la superficie de los tejidos. Y allí trabajo, sobre esta superficie táctil, a través de referencias cruzadas, alteraciones, lagunas e injertos.
Yuxtaponiendo mundos y significados. Alterando la estabilidad de la percepción. Manipulando y magnificando lo existente. A través de estas intervenciones, celebro la ropa como un verdadero laboratorio óptico: máquinas mágicas que pueden dar a luz cuentos de hadas de metamorfosis y reencantamiento.
Alessandro